Dai: futuro de superación
A unos 25 kilómetros del corazón de la ciudad de Battambang, en el humilde pueblo de Chetiel, nació Dai como última de seis hermanos. Su padre, jornalero en los arrozales, sostenía a su familia con el poco dinero que ganaba. Cuando todavía era pequeña, su madre y un par de tías mayores cuidaban de ella y a otros niños, primos y hermanos demasiado pequeños para ir al colegio y trabajar que también andaban por casa. Alrededor de los tres años, su madre también empezó a trabajar de jornalera dejando a Dai a cargo de dos abuelas muy mayores y una tía enferma.
Cuando ya era un poco más mayor, Dai empezó a realizar pequeños trabajos para pagarse los estudios. Sin embargo, al enfermar su madre dejó los estudios a mitad de octavo grado para dedicar todo su tiempo a trabajar y con sus ingresos pagar la medicina de su madre y los gastos familiares.
A los 21 años se casó con un chico joven de su mismo pueblo. Se quedó embarazada al mes de casarse pero la alegría del ambiente no tardó mucho en cambiar. Un día, las raíces de un gran árbol que cayó por una tormenta le dieron un golpe en la espalda a Dai dañándole la columna vertebral y dejándole sin movilidad en las piernas. Entre unos vecinos la cargaron, inconsciente, a casa y llamaron al curandero local ya que estaba lloviendo y no la podían llevar al hospital de Battambang. A la semana, Dai seguía con fuertes dolores en la espalda y sin sentir ni poder mover las piernas. Le llevaron al Emergency Hospital en Battambang, donde además de confirmarle que su bebé estaba bien le dijeron que su condición sería de por vida.
Durante cinco meses Dai se lamentó en su casa. Hasta entonces había llevado una vida dinámica, siempre trabajando buscando ingresos para apoyar a su familia ,y ahora se encontraba estática, parada y confundida. Sin embargo, a los cinco meses nació Sokli, que le dio una renovada ilusión por vivir. Siete años después nació su segundo hijo llamado Tui. Estos años, Dai los pasó en casa cuidando a los hijos, lavando y cocinando. No obstante, sufría el maltrato y abuso de su marido, víctima de varias adicciones, que le pegaba y le quitaba la silla de ruedas durante días como castigo.
Dai se divorció y se mudó a Battambang con sus dos hijos y con la esperanza de encontrar trabajo. Volvió a casarse al poco tiempo, pero este matrimonio también resultó en abuso y maltrato. Cuando su primer marido le pidió la custodia del hijo pequeño, Dai se la dio para que al menos el pequeño saliese de la situación en la que se encontraban en ese momento.
Tras diez años casada con su segundo marido, Dai finalmente tuvo la fuerza para independizarse. Encontró trabajó haciendo ropa en un pequeño taller en la ciudad de Battambang y aunque estuviese mal pagado le daba los ingresos suficientes para alquilar un cuarto para Sokli y para ella.
Al año escuchó a una amiga hablar de una fábrica textil de la Prefectura Apostólica de Battambang que daba empleo a personas con una discapacidad. Dai fue al preguntar y al ver la nave de La Paloma y a varios otros empleados con discapacidad ya trabajando y con una gran sonrisa comenzó a trabajar en el centro textil y se unió a la gran familia de la Prefectura. Además, Sokli en 2013 entró en el centro de acogida de Tahen para poder ir al colegio y centrarse en su desarrollo personal. Sokli es una niña extraordinaria, buena, entregada y dedicada, y Dai una mujer trabajadora, agradecida y con grandes objetivos e ilusión para el futuro.