Toy y las ganas de jugar

La región de Pailín,  una provincia camboyana fronteriza con Tailandia, es una de las zonas del país con mayor número de minas antipersona y de Explosivos Remanentes de Guerra (ERG). Desgraciadamente, muchas de estas minas llevan nombre y apellido, como el de Tik Toy, de 10 años, que el pasado 9 de Septiembre pisó una de ellas mientras buscaba setas a menos de un kilómetro de su casa. Esa mina le voló la pierna izquierda, que ha perdido por encima de la rodilla.

Cuando el Padre Kike se acerca al Hospital Provincial de Battambang a conocer a Toy por primera vez, éste le recibe con una amplia sonrisa. En su expresión no hay rastro de resentimiento ni de autocompasión, parece como si nada hubiera cambiado en su vida a raíz del accidente. Toy está muy contento de poder recibir visitas que le saquen de la rutina del hospital. Han pasado ya los momentos más duros de dolor y lo único que quiere es tener alguien con quien jugar. Kike ha ido preparado: lleva un cuaderno, unas pinturas y un par de coches de juguete. Desde el momento en que el pequeño ve estos tesoros, surge un vínculo de amor entre los dos. Kike coge las pinturas y dibuja una casa, una margarita y una silla de ruedas. El pequeño toma el relevo y lo primero que hace es copiar la silla de ruedas.

Mientras tanto, Lorenzo y yo nos acercamos a hablar con los padres, que miran con incredulidad al extranjero de pelo blanco que lleva un rato jugando con su hijo. Desde el principio se muestran muy amigables y es el padre quien insiste en contarnos cómo vivió el accidente de Toy. Como fue a pocos metros de su casa, nada más oír la explosión salió corriendo hacia el lugar donde había escuchado el estruendo y donde sabía que su hijo estaba buscando setas con otros niños. Cuando llevaba recorridos unos quinientos metros de trayecto, se encontró con su vecino, que llevaba a Toy en volandas, sangrando a borbotones, y con un joven que cargaba en brazos con otro niño inconsciente, con heridas y quemaduras en la espalda. Rápidamente, cogió al pequeño y voló hacia la carretera, donde consiguieron parar a un coche que les llevó al hospital público de la ciudad de Pailín, a unos 10 Kilómetros al oeste de su casa. Este modesto hospital no está preparado para atender casos tan graves, por lo que  trasladaron a Toy en ambulancia hasta la ciudad de Battambang.

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Lorenzo y yo con Toy y su padre en el Hospital

Fue la hora y media más larga de su vida, comenta el padre. Toy no perdió el conocimiento en ningún momento, estuvo despierto con los ojos muy abiertos y apenas se quejó del dolor. Cuando llegaron a Battambang, metieron al pequeño en la sala de operaciones donde por fin pudo descansar gracias a la anestesia. La operación no duró mucho y, a las pocas horas, Toy estaba reposando junto a su padre, su madre y su hermano pequeño, en una habitación compartida con otras 7 familias.

Al poco tiempo, ofrecimos a la familia trasladar a Toy a nuestro centro de salud en la Prefectura, para que se recuperase de sus heridas con mayor tranquilidad y cuidado. Llevan ya unas semanas con nosotros y no deja de asombrarnos la sencillez con la que todos afrontan este duro golpe que les ha dado la vida.  No tienen lugar para la autocompasión ni para lamentarse, sino que miran hacia el futuro. Se mantienen unidos, ayudándose y entendiendo cada uno cuál es su lugar: los hermanos de Toy están en casa, atendiendo las labores y apoyando desde la triste distancia; los padres no se separan de su hijo y le dan aliento y cariño durante las largas noches para que resista el dolor que Toy siente en su pierna amputada.

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Toy y su hermano pequeño en el centro Arrupe 

Esta familia de gente sencilla nos está dando a todos una lección de grandeza. Impresiona ver como el padre acaricia el muñón de su hijo, recorriendo de memoria las zonas que alivian su dolor, no sintiendo ningún rencor hacia los que causaron la tragedia, sino abrigando amor por su hijo y esperanza por que pueda estudiar en nuestro centro, donde sabe que a Toy se le abrirá un futuro lleno de oportunidades. Este padre nos hace reflexionar sobre la inmensa capacidad de perdón que tienen los camboyanos, enfrentándose a los problemas sin buscar culpables que ya no existen. Dónde cualquier persona vería una desgracia, esta familia ve que se le abre una posibilidad que hasta ahora no había tenido, la posibilidad de dar a su hijo una buena educación.

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Mientras tanto, Toy sigue pensando en jugar y disfrutar. Cada día nos llena de alegría con su sonrisa y, poco a poco, se va integrando dentro de la gran familia que formamos en el centro Arrupe, donde pronto comenzará a estudiar. Su vida no termina por padecer una discapacidad sino que, al contrario, ahora empieza un nuevo camino, lleno de retos y dificultades pero también de superación, esperanza, amor y progreso.

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Bienvenido a Arrupe, Toy. Gracias por llenar de agua nuestros corazones y gracias por no perder nunca las ganas de jugar.

Battambang, noviembre de de 2014
Fechi, voluntario de la Prefectura Apostólica de Battambang

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